El Astronauta
  
-Capitán, uno de nosotros tiene que quedarse en el trasbordador e intentar reingresar a la atmósfera, no cabemos todos en el otro trasbordador.

-Así es teniente, creo que uno de nosotros tendrá que quedarse.

-Me gustaría ofrecerme de voluntario –contesto el piloto.

-De ninguna manera, tenemos que someterlo a la suerte –Dijo el capitán.




Se consiguió una bolsa de plástico y se introdujeron a la misma, diferentes papeles pequeños, cortados y doblados, uno de ellos tenía una marca, una X pintada con tinta azul, ese pedazo de papel reciclado con esa marca indicaría el destino de uno de nosotros. Al llegar el turno de sacar los papeles, uno por uno introdujimos nuestra mano a la bolsa y sacábamos nuestro destino, nadie observó el contenido hasta el final.




Yo fui la persona que se tendría que quedar en el trasbordador, mi pedazo de papel reciclado tenía la X. Era triste terminar una carrera que apenas había iniciado dos años atrás en la NASA, había logrado ascender ya en un par de vuelos anteriormente, este era mi tercero y ya tenía experiencia piloteando a estos planeadores gigantes y me sentía orgulloso, pero ahora me había llegado el momento de quedarme en este ladrillo volador, el cual al entrar a la atmósfera se desintegraría sin remedio debido a las fallas estructurales que se presentaron cuando despegamos, se había logrado preparar un trasbordador de rescate pero no todos cabíamos, había un cuerpo de más y ese cuerpo, era el mío.




La suerte había querido que fuera así; yo el único soltero en la nave, sin esposa e hijos que mantener mientras que el resto de la tripulación tenían familias allá abajo, no quedaba de otra, tendría que quedarme.




Se despidieron de mi muy afectuosamente uno tras otro, me presentaron el saludo militar, me abrazaron y lloraron. Era muy duro para ellos verme morir, ellos cargarían con ese recuerdo por el resto de sus días mientras que mi papel consistía en sólo morirme y quedar como héroe, creo que salía ganando, sin embargo, había alguien que quedaba atrás.




Una vez que el resto de la tripulación abandonó la nave en el otro trasbordador, me preparé para la aproximación final a la tierra, no habría posibilidad de enviar otra nave a rescatarme, se tardarían dos meses haciendo los preparativos mientras que a la nave donde me encontraba se le agotaría el oxígeno en 5 días, además de que ya se había iniciado un movimiento desacelerador lo que ocasionaría que cayera a la atmósfera terrestre en unos 3 días, las cartas ya estaban echadas.




Pude comunicarme con mis familiares y amigos para despedirme de ellos y al final, allí estaba Marta, en el videoteléfono platicando conmigo, con grandes lágrimas saliendo de sus ojos y yo diciéndole que era lo mejor que pudiera haber pasado.




-Martha, cariño, ellos tenían familias que cuidar, esposas e hijos.

-Y yo Fernando, yo iba a ser tu familia… tu ibas a tener una familia conmigo, yo también estoy perdiendo a mi familia.




Estas despedidas son crueles, muy crueles.




Le pedí que comprendiera que mi muerte iba a ser buena desde muchos sentidos pero también sabía que no le era desde otros pero no tenía alternativa, decidí jugar en este juego y me estaba quemando. Decidí ser tajante y terminar la conversación.




Llegado el momento, el trasbordador inicio el descenso hacia la tierra y, como lo predijeron los ingenieros, se empezó a desintegrar paulatinamente, el calor penetró por diferentes hendeduras hacia el interior de la nave quemándola paulatinamente, yo esperaba el momento en que la integridad de la cabina quedara comprometida y entonces ser carbonizado. Había sólo una pequeña posibilidad de escape. La posibilidad de sobrevivencia era que la nave resistiera lo suficiente y llegara a una altura donde pudiera evacuar la nave por una de las puertas y lanzarme en paracaídas, pero era casi imposible pensar en ello, creíamos que cuando se empezará a deshacer el planeador eso sería todo, el punto final, una historia de una persona de 35 años que pudiera describirse en millones de palabras, en toneladas de experiencia, en billones de imágenes vistas que serían evaporizadas en tan solo unos segundos. Aún no me quería rendir mentalmente, cualquier cosa podría suceder.




La nave empezó a vibrar terriblemente conforme entraba a zonas más densas de la atmósfera.




La vibración era de tal forma que sentía un dolor espantoso en las orbitas de los ojos por el movimiento tan severo al que era sometido mi cuerpo por lo que cerré mis ojos, tratando de amortiguar un poco la vibración y esperé a que sucediera lo que teníamos pensado que sucedería. Repentinamente pude darme cuenta que el movimiento del trasbordador cambiaba, que súbitamente la vibración errática cambió por un movimiento diferente, ahora iba descendiendo con una inclinación muy pronunciada hacia la tierra, dando pequeños tumbos y giros de vez en vez, se alcanzaba a percibir la fuerza del viento sobre los controles de mando, abrí los ojos y pude comprobar que aún el trasbordador seguía completo aunque con muchos daños, todas las computadoras estaban apagadas por lo que no sabía ni mi posición ni la altura además había partes del fuselaje que ya no estaban en donde deberían estar.




Me daba la impresión que había alcanzado una atmósfera más densa y que la velocidad de caída era baja, comparada con los 20,000 kilómetros por hora a los que venía al re entrar en la atmósfera. Los controles estaban duros como piedras por lo que decidí abandonar la nave y lanzarme en paracaídas. Cuando iba a soltar el cinturón de seguridad, noté como el trasbordador se empezó a ladear hacia la izquierda y empezó a deshacerse por completo, un tremendo boquete se abrió detrás del lado izquierdo de la nave, fue la señal que me confirmó que la velocidad a la que navegaba era relativamente baja ya que noté que no se carbonizaban las partes de la nave sino que salían los pedazos desprendidos hacía diferentes partes pero no había llamas, me sentí un poco relajado ya que había librado la muerte por carbonización y desintegración, que es lo que sucede al entrar en contacto directo con la atmósfera a altas velocidades, tendría que estar alerta para evacuar la nave con el paracaídas. En un momento dado, la cabina se separó del resto del fuselaje conmigo adentro, quede en la cabina principal y todo empezó a volar de un lado a otro, mientras que la cabina empezaba a dar vueltas de campana.




Tenía que lanzarme al vacío dependiendo de mi paracaídas exclusivamente.




Debido a las vueltas que daba la cabina, las fuerzas centrifugas jalaban mis brazos hacía afuera del centro de mi cuerpo haciendo que mis esfuerzos por desabrochar el cinturón de seguridad fueran infructuoso ya que no podía acercar mis brazos al dispositivo de apertura. En uno de los giros de la cabina, el asiento no soportó las fuerzas involucradas y se desprendió desde su base, salí despedido con todo y asiento al vacío, no sin antes darme un golpe severo con alguna parte de la nave, sentí como mi pierna izquierda se fracturaba con el impacto. Aún así, mis posibilidades de sobre vivencia iban en aumento.




El paracaídas, el cual me lo había colocado en posición antes del descenso, tenía la forma del asiento donde me encontraba, la bolsa era un diseño especial que permitía llevarlo puesto con el traje de astronauta sin que fuera estorboso, el problema es que uno iba sentado en él, el lugar de llevarlo en la espalda. Las correas estaban en la espalda como cualquier paracaídas estándar, pero la cúpula, el paracaídas en sí, estaba bajo mi trasero en ese momento, estaba sentado sobre él por lo que no podría accionarlo sino hasta que me liberara del asiento. Con un esfuerzo sobrehumano, que me ocasionó que se me nublara la vista dentro del casco, logre accionar la palanca que liberaba el anclaje de cuatro puntos del cinturón de seguridad del asiento. Salí despedido en diferente rumbo que la silla. Calculé que aun estaba a una gran altura debido al frío intenso que entraba por un agujero que tenía en mi traje, afortunadamente el resto del mismo me protegía bastante bien contra la congelación. Decidí esperar unos segundos más antes de desplegar el paracaídas, mientras observaba la inmensidad del horizonte y la aproximación del suelo tan lenta, daba la sensación que flotaba, no que caía. Llegó el momento que consideré apropiado, procedí a jalar el disparador del paracaídas principal, espere unos segundos y no sucedió nada, seguía cayendo a la misma velocidad, decidí desplegar el paracaídas de reserva… y sucedió lo mismo.




-Adiós Marta, no logré conocerte del todo como hubiese querido pero no me tuve la oportunidad para ello...